Enfim, é sobre a surpresa pela concessão do Nobel ao Dylan.
Pois eu acho que convites para ingressos em Academias, prêmios literários, concursos de crônicas, etc, devem prestar mais atenção a outras formas de comunicação que não só os livros impressos.
E, dentre essas formas, estão os blogs.
Sou fascinado por blogs pois estes estão se depurando e têm matérias muitas vezes excelentes.
Os papos leves e sem substância migraram todos para o Facebook, para cujo terreno não fui e nem pretendo ir.
Há ótimos escritores por detrás de blogs.
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Bob Dylan,
rapsoda de nuestro tiempo
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PARA LA NACION
SÁBADO 22 DE
OCTUBRE DE 2016
1
CIUDAD DE MÉXICO.- La concesión del Premio Nobel
de Literatura de este año a Bob Dylan ha turbado a muchos, porque la Academia
Sueca abre sus puertas augustas a los cantantes de música popular. Ya había
roto sus cánones tradicionales el año pasado, al premiar a la periodista
Svetlana Alexievich, lo cual asombró también a no pocos, y quisiera empezar mis
reflexiones por este rumbo, el periodismo como género literario, antes de
entrar a las canciones, también como legítimo género literario.
La
extrañeza vino en aquel caso de que no se premiaba una obra de ficción. La
Academia dijo de Svetlana que "su obra polifónica es un monumento al valor
y al sufrimiento de nuestro tiempo", y esa obra, de verdad polifónica,
está compuesta de páginas en las que se relatan verdades, reportajes maestros
que no tienen nada que ver con la imaginación, como es regla en el periodismo.
Una escritora que trabaja con las palabras y consigue de ellas que
resplandezcan por su belleza y nos revelen historias de sufrimiento y esperanza
que trascienden por su belleza.
Eso
es la literatura, se trate de hechos inventados o de hechos reales. Si la
Academia se ha adelantado un tanto, pudo haber dado el Nobel por estas mismas
razones a Ryszard Kapu?ci?ski, muerto en 2007, quien hizo del periodismo un
arte de sorprendente aliento y belleza, amparado en el rigor de la
investigación fatigosa del reportero que va de país en país, de los palacios de
los tiranos a los campos de batalla, de las ciudades abigarradas a los guetos y
a los campamentos de refugiados.
Es
la literatura que Rubén Darío creó en lengua española en la crónica
periodística donde retrató, también de manera polifónica, el mundo que le tocó
vivir; la crónica como relato que no pierde el vuelo literario, retomada
después por Gabriel García Márquez, un género que hoy se multiplica con vigor y
rigor entre los jóvenes periodistas del siglo XXI.
Y
ahora, las canciones. ¿Por qué un músico?, se extrañan muchos, ¿un cantante
pop, un rockero? Es como si el olimpo de los dioses de la literatura se
rompiera a pedazos ante una profanación semejante. Pero la decisión no es el
fruto de un capricho ni de una provocación, sino que ha sido detenidamente
meditada y asumida por unanimidad. La secretaria permanente de la Academia,
Sara Danius, al anunciar el premio para Dylan declaró algo que me parece
fundamental: "Si miramos miles de años hacia atrás, descubrimos a Homero y
a Safo. Escribieron textos poéticos hechos para ser escuchados e interpretados
con instrumentos. Sucede lo mismo con Bob Dylan. Puede y debe ser leído".
Tampoco
improvisa cuando dice que "Dylan es un gran poeta en la gran tradición de
la lengua inglesa desde William Blake en adelante, un creador que ha mezclado
la música popular del blues del Delta y el folklore de los Apalaches con el
simbolismo de Rimbaud, además de reinventarse de forma continua y construir una
nueva identidad".
Para
muchos es una forma desconcertante de distinguir a la literatura de los Estados
Unidos, ausente de los premios Nobel desde la extraordinaria novelista Toni
Morrison, galardonada en 1993, una literatura a la que la misma Academia había
señalado de ser demasiado "insular", a pesar de nombres que siempre
están en el oído, como Joyce Carol Oates y Philip Roth.
Y
para que quede aún más claro de la seriedad de esta decisión, otro de los
académicos, Per Watsberg, afirma que Dylan es "probablemente el más grande
poeta vivo". Y estamos hablando de la misma entidad que en los últimos
treinta años ha puesto en su lista de premiados a Joseph Brodsky, Octavio Paz,
Derek Walcott, Seamus Heaney y Wis?awa Szymborska. Una lista indiscutible.
Pero
me interesa volver al tema de los aedas. Ciertamente, la poesía, en sus
orígenes, fue cantada en los atrios, en las plazas y en los mercados, y sus
versos relataban historias de héroes y dioses, viajes, batallas, amores y
tragedias. Salman Rushdie, el reconocido novelista indio que permanece con
justicia en las quinielas del premio Nobel, dice que Bob Dylan "encarna la
condición del aeda, esa figura fundamental de la cultura antigua griega que fundía
en su persona poesía, música, baile, canto, teatro, artes plásticas".
Por
siglos la poesía siguió siendo cantada, un cantor acompañándose de un
instrumento de cuerdas, y por eso tiene un metro, un ritmo, una cadencia. Los
bardos, juglares, trovadores, son los poetas errantes que seguirán cantando la
poesía, creándola y recreándola. No tenían enfrente un micrófono ni sus
canciones se grababan en discos, pero quienes los escuchaban guardaban en la
memoria letra y melodía, y podían recordarlas y repetirlas. Música y poesía.
Volvemos a lo mismo cuando oímos a Paco Ibáñez, a Joan Manuel Serrat o a
Amancio Prada cantar a los poetas que leemos a solas.
Y
es aquí adonde quería llegar. Aunque con ruidos disonantes, las puertas de la
legitimidad poética se abren con esta decisión a la poesía popular cantada en
todos los idiomas. Las letras de las canciones que lo merezcan, empezarán a
entrar en las antologías de poesía, como debe ser. El premio Nobel para Bob
Dylan ayudará a borrar ese doble rasero que hipócritamente hemos inventado, el
de exaltar la poesía escrita y despreciar la poesía cantada, tangos, boleros y
baladas, aunque nos conmueva y lloremos al oírla.
Ya
Jorge Luis Borges nos había enseñado que no debe ser así. Escribió letras de
milongas a las que Astor Piazzolla puso la música. Hay poemas de Rubén Darío
que pueden ser cantados como tangos o como boleros, pues tienen la medida justa
para eso.
En
adelante debemos hablar de los poemas de José Alfredo Jiménez y de Alfredo Le
Pera, de Homero Expósito y Álvaro Carrillo. Es un largo viaje a través de los
milenios, de la cítara a la guitarra. Por primera vez, un rapsoda recibirá el
premio Nobel con la guitarra en bandolera.
Escritor,
ex vicepresidente de Nicaragua
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Opinión